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Manifesto of the Revolutionary Demonstration held in VALENCIA, SPAIN on April 2nd, 2006 at the University Campus of B. Ibáñez

Convocatoria de Manifestación Revolucionaria en protesta por el precio de la vivienda, prevista para el día 12 de Abril de 2006 en la zona verde del Campus Universitario de Blasco Ibáñez, entre la Facultad de Filosofía y CC. de la Educación y la Facultad de Psicología, desde las 07h a las 15h.

[PRÁCTICA DE LA MANIFESTACIÓN REVOLUCIONARIA]

Un número indeterminado de personas (cuantas más, mejor) se reunirá en el espacio público conformado por la zona verde de la avenida Blasco Ibáñez para llevar a cabo una acción en común. El encuentro permanecerá abierto y activo desde las 07h hasta las 15h del miércoles 12 de Abril de 2006. En su trasfondo se hallará el excesivo precio de la vivienda, pues éste imposibilita, en la actualidad, que un gran sector de la población pueda acceder a ella (en cualquiera de sus formas: por medio de la compra o del alquiler), o bien que aquellos que pueden tomar la decisión de disfrutar de una casa (a pesar de su desmedido precio) se vean obligados a adoptar una forma de vida muy específica, en cuya lógica adivinamos un patrón de esclavitud. De acuerdo con el tema de la manifestación, nuestra propuesta de acción conjunta será la siguiente:

(1) Los participantes llevarán al espacio público pancartas en las que podrán leerse sucesivas leyendas relacionadas con el tema de la manifestación. Con todo, su contenido no debería entrar en contradicción con los puntos generales de la teoría de la manifestación revolucionaria, que expondremos más adelante. A pesar de que los mensajes no tendrán porqué adecuarse a una forma o contenido unitarios, desde aquí hacemos la propuesta de que adopten la siguiente estructura condicional: “Si no podemos tener casa…” y a continuación cada participante será libre de terminar la frase como quiera. Algunos ejemplos podrían ser: “Si no podemos tener casa, viviremos en la calle”, o bien, “Si no podemos tener casa, nos haremos vagabundos… nos haremos inmigrantes… beberemos en los ríos… follaremos en los parques… moriremos con los bosques… dormiremos en los árboles”, etc. Las pancartas serán distribuidas por el lugar elegido para la manifestación para hacerlas bien visibles; por ejemplo, dado que se trata de una zona verde, podremos colgarlas de los árboles.

(2) Asimismo, creemos conveniente que los participantes en la manifestación lleven sus rostros cubiertos con máscaras, y si es posible, que ellos mismos las dibujen. Y si aún fuera posible, que los dibujos mostrasen caras de niños, y que sus contornos delatasen los trazos inseguros que tienen los chiquillos al dibujar. Lo ideal sería poder contar con la colaboración directa de los parvularios y colegios infantiles, para que ellos nos proporcionasen dibujos reales; y así la manifestación podría contar con la participación del mundo infantil.

(3) Proponemos que los asistentes a la manifestación se localicen en un solo lugar (la zona verde de la avenida Blasco Ibáñez) y que allí lleven a cabo acciones y comportamientos que en la actualidad parecen reservados para el ámbito privado y doméstico: en el interior de una vivienda. Se sobreentiende que estas acciones podrían aludir al contenido recogido en las pancartas (Si no podemos tener casa, viviremos en la calle…). De esta forma, una parte de los participantes (o bien su totalidad, si el número es escaso) podría fingir que duerme —o bien dormirse de hecho— en el suelo de la calle, sobre el césped o en un banco, o con sacos de dormir, como suele hacerse en los campamentos. No estaría de más que algunos de los manifestantes viniesen ataviados con pijamas. Mientras tanto, otro grupo podría fingir que lee un libro —o bien leerlo, de hecho— en el centro de la calle, otro que escribe una carta, otro que se sienta a comer, otro hacer como si que defeca u orina, otro fingir que ve el televisor, que escucha música, etc. Lo ideal sería que los asistentes pudiesen trasladar al lugar de la manifestación algunos ejemplos de mobiliario doméstico del tipo que uno suele encontrar dentro de una casa. Camas, colchones, mesas, sillas, sofás, estanterías, escritorios, lavabos, biombos, etc., todas estas cosas podrían ser aprovechadas por los manifestantes para realizar sus actividades. Sería fantástico poder contar con alguna que otra letrina. Otra posibilidad que deberá tenerse en cuenta (fuera o no fuera la última posible) será la de buscar entre los escombros y los contenedores de la ciudad —sobre todo en los alrededores de Blasco Ibáñez— y aprovechar cualquier despojo de mobiliario doméstico que pueda ser incorporado a la manifestación. En este sentido, cualquier caja de cartón o palé serán aprovechados. Los asistentes también podrían traer consigo objetos domésticos de su casa o de la calle, tales como ollas, vasijas, cazuelas, etc., para hacer aún más completa la escena. O bien hacer uso de muebles y utensilios falsos, de juguete. Sin embargo, ninguno de estos complementos es totalmente necesario. Los asistentes a la manifestación podremos desechar cualquier objeto y hacer uso de la mímica, construyendo un mundo entero con nuestro cuerpo en el ambiente del parque.

(4) La coordinación entre las diferentes actividades de la manifestación estará regida por la libertad. Lo que aquí se está planteando es sólo una propuesta, pero hay muchas otras opciones que serían consistentes con el tema de la manifestación y con la teoría de la manifestación revolucionaria que se plantea a continuación.

[TEORÍA DE LA MANIFESTACIÓN REVOLUCIONARIA]

La manifestación trata de dar expresión a una situación social, y hacerlo a través de una acción pública y conjunta. Tal y como lo entendemos, esto habrá de implicar tres cosas: (1) la denuncia de un hecho objetivo, (2) un punto de vista creativo, y (3) un proyecto de vida práctica, encarnado en un ejemplo de acción concreta, que sea coherente con los dos puntos anteriores.

(1) Por un lado, la manifestación tiene un componente claro de denuncia que se articula de forma más o menos autónoma respecto a los dos puntos ulteriores. Éste se relaciona con el hecho objetivo de que el precio de la vivienda es desmesurado. Frente a él, respondemos con una propuesta igualmente objetiva de cambio: El precio de la vivienda nos impide tener una casa, en cualquiera de sus formas. Sinceramente, nuestra opinión es que debería ser gratis. Sin embargo, si esto no fuera posible, creemos que su precio debería ser infinitamente más bajo. —Y en efecto, mediante consignas tales como “Si no podemos tener casa, viviremos en la calle”, o “Si no podemos tener casa, dormiremos en los árboles … moriremos en los bosques … beberemos en los ríos … follaremos en los parques”, y a la vez, mediante acciones tales como vivir —leer, comer, jugar— de hecho en la calle, y apropiarnos del mobiliario que la gente tira a la basura para usarlo en la vía pública, tratamos de denunciar el hecho objetivo de que la vivienda es tan alto como para impedir que la gran mayoría de la sociedad pueda disfrutar de ella.

Por otro lado, dos razones nos mueven a escribir pancartas tales como “Si no podemos tener casa, nos haremos vagabundos… nos haremos inmigrantes”. La primera es que, con ellas, hacemos referencia a los miembros de la sociedad que están sufriendo el desproporcionado precio de la vivienda de la forma más radical, y por lo tanto, a aquellos que con más razón deberían participar en una manifestación como esta. El problema y la realidad es la misma para todos, y de todos parte esta denuncia. Sólo nos diferencia el hecho de que las consecuencias han sido (hasta ahora, y por el momento) más graves para unos que para otros. Hoy estamos ante la universalización de unos procesos de explotación que hasta hace poco sólo sufrían quienes se encontraban en una posición de mayor debilidad. Con vistas a evitarlos, debemos aprender de aquellos que los han venido sufriendo desde tiempo atrás. Por eso, la segunda razón por la que aludimos a indigentes y a inmigrantes es que deseamos incorporar ciertos rasgos de sus vidas a la nuestra (su desapego, por ejemplo, su vida en el espacio público) y hacerlos constitutivos de nuestra cotidianeidad.

Finalmente, por medio de la alusión constante al mundo infantil, presente en todos los pasos previstos en el nivel práctico la manifestación (en las máscaras, en el uso de juguetes, y en el tono general de la manifestación) expresamos el estado de infantilismo al que nos reduce el no poder acceder una vivienda. Tal expresión no conforma realmente una denuncia. Por varias razones que no podemos ahora explorar, nuestro infantilismo ya conforma una parte integral de nosotros mismos y de nuestra forma de ver el mundo (y como tal, no debe ser negado y es irremediable). Al contrario: lo que denunciamos es la imposibilidad de desarrollarlo en una forma de vida madura que nos permita explorar todas sus posibilidades.

(2) Aparte del componente de denuncia, nuestra manifestación también pretende ofrecer un punto de vista propio, una interpretación consistente en un conjunto de ideas que —en lo posible— ofrecerán un sentido creativo a esta realidad que es también la nuestra. Según creemos, el desmesurado precio de la vivienda no es sino un hecho (entre muchos otros) en el que se traslucen las principales líneas de fuerza que dominan esta sociedad. Sin embargo, dada la virulencia con la que ésta inercia social se manifiesta en el fenómeno de la vivienda, tal vez sea el caso en el que la enfermedad se ven más clara. Por eso, no se trata de que las casas cuesten unos miles de euros más o menos; ni siquiera pedimos un tope por metro cuadrado. Se trata de que los precios estén ajustados a lo que sería una vida social sana y normalizada, de que tengan algo que ver con nuestra realidad y con nuestro proyecto de vida. Así pues, reaccionamos contra el precio de la vivienda en la medida en que, por un lado, un gran sector de la población no puede hacerle frente; y por otro, en la medida en que la decisión de hacerle frente implica ya entrar en una relación de esclavitud.

En efecto, la necesidad de cargar con el pago de una hipoteca durante 20, 30 y hasta 40 años por el mero hecho de querer disponer de una casa nos retrotrae a varios procesos históricos de esclavismo. ¿Acaso no debe considerarse como una relación de esclavitud el que la mera posibilidad de disfrutar de un sitio en el que vivir venga acompañado por la imposición de unas cláusulas que trascienden, con mucho, lo que supuestamente debería implicar el acceso a una vivienda? ¿Acaso no es una cláusula digna de un régimen esclavista que a la satisfacción de una necesidad comúnmente aceptada se le una la imposición de una forma de vida muy precisa, de una concepción del tiempo y del trabajo muy específica, de una idea (ni mucho menos intuitiva) de cómo vale la pena vivir? Es tal la desmesura que apreciamos en el precio de la vivienda, que el acceso a cualquiera de sus formas habrá de implicar una dedicación casi exclusiva del tiempo del trabajo, abandonando por el camino toda opción de vida alternativa. Y formas de vida alternativa serían decidir que el estudio no deje jamás de acompañarnos a lo largo de los años, o que prefiramos vivir solos y no en pareja (tal y como parece obligarnos el precio de la vivienda), o que uno quiera darle más importancia a la creación de una red de relaciones sociales y comunicativas en el espacio común de la sociedad, antes que al trabajo y a relaciones guiadas por un fin económico y una lógica instrumental.

Nuestro proyecto de vida no es compatible con un régimen de esclavitud. No es compatible con una vida enfocada en la adquisición del dinero necesario para sufragar el más básico de los bienes primarios, como es la vivienda. En realidad, nuestro proyecto de vida quiere tener muy poco que ver con el dinero, con los bienes y con los gozos que éste proporciona —aunque éstos se hayan impuesto como la única lógica de sentido en esta sociedad. Y si reivindicamos un acceso normalizado a la vivienda, no lo hacemos porque consideramos que éste sea el elemento más importante para nosotros. No creemos que ésta sea un fin en sí mismo, ni tampoco queremos llevar a cabo una vida doméstica tal y como ésta ha sido entendida hasta hoy. Al contrario, deseamos que nuestra vida se desarrolle en el espacio público en la mayor medida posible. Y sin embargo, somos conscientes de que, si no podemos tener una casa —y si no podemos evitar que las acciones de nuestra vida se vean totalizadas y determinadas por el pago desproporcionado que ésta supone— no podremos estar en disposición de disfrutar del lugar común de la sociedad en las condiciones de libertad que éste requiere, ni de darle a las relaciones sociales la importancia que éstas merecen, libres de cualquier preocupación económica.

(3) Aparte del componente de denuncia, y del punto de vista creativo, la manifestación también pretende presentarse a sí misma como una propuesta de vida práctica que sea coherente con ellos. En realidad, podríamos decir que el diseño de la manifestación se articula por reacción a las líneas de fuerza que dominan la vida social en la actualidad, las cuales desembocan en hechos como el desproporcionado precio de las viviendas. Por eso, nuestra propuesta de vida práctica debe tener un efecto prospectivo, pues la manifestación misma se concibe como una forma de acción que se salga de la razón del presente y se proyecte hacia el futuro. No podemos negar ni esconder que esto implica también el deseo de tener un efecto en otra gente, en el sentido de que la lógica que nos mueve sea adoptada por otros individuos de la sociedad. Animamos a la gente a que convoque actos revolucionarios similares en cualquier lugar de la tierra. Para justificar esta pretensión, diremos que ningún afán de poder está detrás de nuestra esperanza ni de nuestra forma de actuar. Viéndonos, ¿quién podría afirmar esto? Lo que nos reunirá el 12 de Abril en la zona verde de la Avenida Blasco Ibáñez será ante todo el deseo de tener una experiencia gozosa, original y en común. No sólo es que creamos que la verdadera fuerza de estos 3 términos (el gozo, la originalidad y una estructura en común) se da solamente cuando éstos aparecen unidos. Es que, además, pensamos que el mero deseo de experimentarlos se posiciona en una relación de carácter subversivo y de antagonismo con respecto a la inercia que prima en la sociedad, y que ha devenido en el hecho concreto que denunciamos. Por ello, si bien esperamos que nuestra manifestación sirva de modelo para el resto de la sociedad, esto es así sólo en la medida en que este tipo de acciones abrirían las puertas a experiencias de vida en común, más originales y auténticas.

Tal y como ha sido diseñada, esta manifestación revolucionaria incorporaría los elementos principales de una forma de vida que creemos que vale pena defender. Ella misma conformaría un ejemplo del tipo de acciones que debería contener tal proyecto. La manifestación de Blasco Ibáñez nos abre la posibilidad de realizar, durante unas breves horas, nuestro ideal de vida. Pues no existe contradicción alguna entre el contenido que le asignamos y el medio que hemos elegido para defenderlo (la manifestación revolucionaria). Nosotros damos prioridad a la comunicación y a la socialización auténticas, y al gozo que se deriva de ellas. De acuerdo con esto, la convocatoria va dirigida a todo el mundo, más allá de identidades (¿por qué, si no, deberíamos llevar máscaras?) y todo el que participe podrá contar con plena libertad para elegir el modo y la forma de expresarse. No se nos ocurriría imponer una forma determinada de actuación a los manifestantes —siempre y cuando todos sepamos que lo verdaderamente importante de la manifestación será el acto de socialización y comunicación en sí mismo, la expresión conjunta en la que todos estaremos participando. Si esto guía todas nuestras acciones, la libertad de cada uno convergerá en un proyecto en común. Conseguirlo ha de ser nuestra meta política.