1. La prioridad de la potencia a la hora de conformar la vida del hombre 2. La prioridad del acto para conformar la soberanÃa 3. El poder del soberano y el acto como estado de excepción 4. Hacia una concepción del poder relacional: el poder como ontologÃa del acto 5. La aparición de una microfÃsica del poder 6. Las nuevas formas de poder: el capitalismo y la sociedad del espectáculo de Guy Debord 7. Hacia una concepción relacional del poder (II): la compatibilidad capital/estado 8. La imposibilidad de la vida potencial, de la comunicación y de la comunidad: la expropiación del lenguaje, de la imagen y del intelecto 9. Posibilidades de subversión: Negri y Virno. El éxodo del estado y del capital, y el poder constituyente: la acción como comunicabilidad 10. Posibilidades de subversión (II): Agamben. El gesto como comunicabilidad
1. La prioridad de la potencia a la hora de conformar la vida del hombre
Para Giorgio Agamben, la vida humana no es sólo una nuda vida (es decir, vida biológica) sino una forma-de-vida, puesto que sus “modos, actos y procesos singulares del vivir no son nunca simplemente hechos, sino siempre y sobre todo posibilidad de vivir, siempre y sobre todo potencia†(Medios sin fin, p.13). El hombre no puede evitar dar forma a su vida, como tampoco que esta misma forma se le presente solamente como una posibilidad que no se agota en sà misma. En este contexto, el pensamiento serÃa aquello que enlazarÃa al hombre con su dimensión potencial, y lo harÃa a través de su “experiencia de pensarâ€, es decir, al reflexionar sobre el propio carácter siempre abierto de la inteligencia y, por lo tanto, de la vida del hombre. Nuestra vida estarÃa atravesada en cada instante por la potencia —más aún, ésta constituirÃa su armazón estructural, pues le darÃa una forma en medio del vuelo, la definirÃa más y mejor que cualquier otra cosa. Esta opinión serÃa compartida, a grandes rasgos, por otros tantos filósofos de la actualidad, tales como Michael Hardt, Antonio Negri y Paolo Virno.
2. La prioridad del acto para conformar la soberanÃa
Por el contrario, la categorÃa del acto tendrÃa prioridad en lo que respecta a una ontologÃa del poder polÃtico soberano. Según Carl Schmitt y Walter Benjamin, éste se articula mediante el vÃnculo entre el derecho y la violencia, tal y como se aprecia en el acto más caracterÃstico del soberano: el estado de excepción. AsÃ, el ejercicio de la soberanÃa se ejerce siempre a través de un acto: razón por la cual necesita disponer de una realidad sobre la que sea posible actuar. Esto implica una transformación ontológica, también al nivel de la naturaleza del ser humano, quien es ante todo potencia, condición de apertura y posibilidad. Según Agamben, la transformación de la forma-de-vida humana en nuda vida —es decir, a mero hecho biológico— serÃa el resultado de una imposición llevada a cabo desde la esfera del poder soberano. Tal cambio se efectuarÃa siempre con vistas a rediseñarla desde una ontologÃa del acto que, con respecto al ejercicio de este poder, figurarÃa como su condición de posibilidad.
3. El poder del soberano y el acto como estado de excepción
Mas ¿en qué sentido está la nuda vida sujeta a una ontologÃa del acto, y de qué modo esta ontologÃa del acto estarÃa relacionada con la naturaleza del poder soberano? Cuando la vida humana queda limitada a mero hecho biológico como nuda vida, entonces es dominada incluso en su dimensión potencial por el acto que le da muerte. Efectivamente, según Agamben, “la vida aparece originariamente en el derecho tan sólo como la contrapartida de un poder que amenaza con la muerte†(MSF, p.15). Esta nuda vida serÃa el recipiente del acto mortal que, a través del estado de excepción, encarna la caracterÃstica sustancial del poder soberano. “El estado de excepción, sobre el que el soberano decide en cada ocasión, es precisamente aquel en que la nuda vida (que, en la situación normal aparece engarzada en las múltiples formas de vida social) vuelve a plantearse en calidad de fundamento último del poder soberano†(MSF, p.15).
4. Hacia una concepción relacional del poder: la prioridad del acto
A partir de aquÃ, el filósofo italiano dirá que la vida humana ha quedado por siempre integrada en la esfera de la polÃtica soberana solamente como nuda vida. Esta es una afirmación problemática, o al menos parece necesitada de cierta aclaración. Pues, como explicará el propio Michel Foucault en su Historia de la sexualidad, el derecho a dar muerte definió, en efecto, el ejercicio del poder soberano hasta bien entrada la modernidad. Sin embargo, a partir de entonces, éste se convirtió en un derecho de control sobre la vida, en un poder cuya “más alta función —dirá Foucault— no es ya matar sino invadir la vida enteramente.†En realidad, Agamben argumenta que el paradigma de la nuda vida sobrevivió en esta transición, y que éste esquema sigue vivo en el sistema polÃtico actual. Lo harÃa de diferentes maneras. No estoy tan interesado en suscribir los argumentos a través de los cuales Agamben defiende que la nuda vida sigue siendo hoy la unidad o el elemento principal sobre la que actúa el control polÃtico —y no sólo en situaciones las que se dan en la prisión de Guantánamo, sino también a través de una “medicalización de esferas cada vez más amplias de la vida†(MSF, p.17). Lo que en realidad me interesa resaltar es que la lógica o el mecanismo soberano que fabricó o concibió la nuda vida seguirÃa activo en nuestras sociedades, y que a la vez darÃa lugar a configuraciones ya diferentes a la nuda vida. Esto significarÃa matizar la tesis de Agamben en tanto que ya no estarÃamos vinculando con exclusividad el poder soberano a la creación de nuda vida. Al contrario, defenderÃamos que ésta última no serÃa sino una de sus manifestaciones concretas del ejercicio del poder. Como dirá Deleuze a propósito de la obra del filósofo francés: “el poder carece de esencia, es operatorio. No es atributo, sino relaciónâ€. Analizaremos, pues, la nuda vida exclusivamente como el resultado (tal vez más extremo) de una relación de poder que la antecede y que la supera; de un poder que no quedarÃa ya reducido a la esfera de la polÃtica, sino que podrÃa traspasar sus mecanismos esenciales a la esfera de la economÃa. EstarÃamos hablando, pues, de un poder cuya esencia habrÃa que encontrarla en una relación que necesariamente impone sobre la realidad una estructura afÃn al acto y no a la potencia.
5. La aparición de una microfÃsica del poder
De esta forma, si la vida humana quedaba antaño impresa bajo el sello del acto, y si lo hacÃa por medio de la irrupción soberana como amenaza de muerte, en la actualidad la ontologÃa del acto se reflejarÃa en la compartimentalización progresiva de la vida humana, y en su organización en torno al concepto de identidad. La misma ontologÃa del poder actuarÃa hoy —según Agamben— mediante el mecanismo que “separa en todos los ámbitos las formas de vida [concretas] de su cohesión en una forma-de-vida […], por la escisión entre la nuda vida, portadora última y opaca de la soberanÃa, y las múltiples formas de vida abstractamente recodificadas en identidades jurÃdico-sociales (el elector, el trabajador por cuenta ajena, el periodista, el estudiante, pero también el seropositivo, el travestido, la estrella del porno, el anciano, el padre, la mujer) que reposan todas sobre aquella†(MSF, p.16).
Como vemos, la transición foucaultiana hacia un poder cuya máxima aspiración es ya “invadir la vida enteramente†se consigue mediante la intromisión de la lógica soberana a todos los ámbitos de la vida. Esto, por supuesto, entraña un cambio cuantitativo en la forma en que ésta se aplica, pues el poder ya no reducirÃa el ser humano a nuda vida, sino que se conformarÃa con darle una identidad concreta. Ésta, sin embargo, le impedirÃa reconfigurarse a sà mismo de acuerdo con su dimensión potencial. Si antes dijimos que el estado de excepción era la herramienta principal del soberano, ahora veremos cómo (según Agamben y Walter Benjamin antes que él) “el estado de excepción se ha convertido en la reglaâ€, es decir, que las relaciones de poder atraviesen todo el panorama social. EstarÃamos, por utilizar un término de Foucault, ante la aparición de una microfÃsica del poder. Por regla general, éste ya no se presenta con la radicalidad y la fuerza con la que antaño conseguÃa reducir al ser humano a nuda vida, tal y como sucedÃa por medio de aquel acto soberano que ponÃa en juego la vida. En las sociedades democráticas, en cambio, el poder parece haber abandonado la esfera de lo absoluto para avanzar hacia un control total; ya no amenaza con la muerte, pero quiere administrar la vida entera.
6. Las nuevas formas de poder: el capitalismo y la sociedad del espectáculo de Guy Debord
Esta transición coincidirÃa con el gradual desplazamiento del poder polÃtico hacia la esfera de la economÃa y el dominio del capital. Tal cambio implica, a su vez, la elección de una forma de plusvalÃa, o de beneficio, especÃfica (que serÃa el dinero o la riqueza económica) y su extensión a todas las áreas de la realidad social y la vida de los ciudadanos. Pues sólo un poder como el capital, que cuenta con el dinero como plusvalÃa —solamente un poder cuya manifestación no tiene por qué ser ya absoluta, pues no necesita desplegar una plusvalÃa o una relación de desigualdad tan extrema como la que se da en el acto de quitar la vida a alguien… sólo un poder asà podrÃa hacerse compatible con una aplicación permanente y simultánea con cada instante de nuestras vidas. A fin de cuentas, su explotación no implica amenazarnos de muerte.
Como dice José Luis Pardo en su introducción al libro de Guy Debord:
“Si Marx habÃa ‘puesto sobre sus pies’ la idea hegeliana de enajenación al mostrar que su ‘base material’ era la explotación económica de los trabajadores, Debord, que vive en la Francia de la posguerra el florecimiento de la sociedad de consumo de masas y de la industria del ocio asociada a la economÃa de la abundancia y la generalización de los medios de comunicación audiovisual, enfoca su análisis hacia un modo de alienación de los trabajadores que ya no se centra en la explotación durante el tiempo de trabajo (tiempo que, efectivamente, tiende a disminuir), sino que coloniza el ocio aparentemente liberado de la producción industrial. [… Esta explotación] se pone como objetivo la expropiación del tiempo total de vida de los hombres, del cual el mercado internacional del capital extrae ahora nuevas plusvalÃas, [e] impone la generación de todo un ‘seudotrabjo’ (el sector terciario o de los servicios) para alimentar el ‘seudoocio’ del proletariado convertido en masa de consumidores pasivos y satisfechos, en ageragado de espectadores que asisten a su propia enajenación sin oponer resistencia alguna†(p.12).
Efectivamente, en la obra Paolo Virno, Antonio Negri, Giorgio Agamben (y Guy Debord antes que ellos), el poder económico es ya una red que se ha extendido a todos los rincones de la sociedad y que ha logrado atravesar todas las relaciones sociales gracias a los medios de comunicación, la industria de los servicios y la industria audiovisual.
Como Antonio Negri y Michael Hardt han explicado, la configuración actual del régimen capitalista, lejos de haber hallado el paradigma de su producción en las mercancÃas sólidas y materiales propias de la época industrial, ha ido abriéndose camino progresivamente hacia una forma de mercancÃa inmaterial. Esto significa que el lenguaje y la imagen han adquirido cada vez más importancia dentro de la economÃa, no sólo como mercancÃas en sà mismas —directamente producidas para el consumo por la industria de los servicios y la industria audiovisual—, sino también en la medida en que las capacidades lingüÃsticas, intelectuales y afectivas de las personas son cada vez más valoradas y tenidas en cuenta dentro de los circuitos de producción. EstarÃamos hablando de que la creatividad, la capacidad de crear y despertar afectos y de tener habilidades para la socialización son todas ellas cualidades que explota la nueva industria. Respecto a la importancia de la imagen, ya Guy Debord, en la primera de sus tesis sobre la sociedad del espectáculo, anunció que se habÃa convertido en la mercancÃa que mediatizaba y mediatiza todas las relaciones sociales. En este sentido, las identidades anteriormente señaladas por Agamben (“el elector, el trabajador por cuenta ajena, el periodista, el estudiante, pero también el seropositivo, el travestido, la estrella del porno, el anciano, el padre, la mujerâ€) no incluyen en ellas la esencia potencial de la vida humana, y por lo tanto son imágenes o identidades que nada tienen que ver con nosotros, son una mera mercancÃa diseñada por el capital. Tal vez esta forma de concebir a las personas sea útil para realizar encuestas y operaciones de mercado, pero no sirve para que el ser humano sea forma-de-vida, para que desarrolle una vida conforme a su estatuto potencial.
7. Hacia una concepción relacional del poder (II): la compatibilidad capital/estado
Es importante subrayar cómo no existe un cambio sustancial en la estructura lógica del poder cuando éste pasa de manos del soberano a manos del capital. Es importante ver, también, cómo la creciente influencia que las empresas transnacionales ejercen sobre la polÃtica nacional no tiene por qué llevar a cabo la disolución de la forma Estado. Pues no son en modo alguno incompatibles. En tanto que el capital y el estado son formas de ejercer una relación de poder, una misma estructura relacional. Ambos operan según la misma ontologÃa del acto, y ejercen sobre el sujeto una transformación similar que quedarÃa integrada en lo que hoy por hoy da forma al ciudadano en la sociedad espectacular. Según Agamben, “El Estado, como ha demostrado Badiou, no se funda sobre el ligamen social, del que serÃa expresión, sino sobre su disolución, que prohibe.â€
8. La imposibilidad de la vida potencial, de la comunicación y de la comunidad: la expropiación del lenguaje, de la imagen y del intelecto
Como hemos dicho, Guy Debord llamó a esto (cuyo más claro ejemplo —según Agamben— lo conforman los mediócratas: los analistas polÃticos contratados por los medios de comunicación) el estado democrático-espectacular; Bodieu, el capital-parlamentario; y Hardt y Negri, por su parte, el estadio de la subsunción real de la sociedad en el capital. Pero, para todos estos autores, el contexto en el que todas las relaciones o acontecimientos de la vida social acaban formando parte del circuito de producción (sea por medio de un lenguaje, de una imagen o de una concepción viciada del ser humano como identidad), este contexto cancela cualquier posibilidad de que las personas lleguen a configurar una vida acorde con su naturaleza potencial. Más aún, impide la comunicación dentro de una comunidad que (a diferencia de los que ofrece el estado) esté basada vÃnculos genuinos.
Pues, para Agamben, la experiencia del pensamiento (aquella que —si lo recordamos— vinculaba nuestra vida a la potencia) “es siempre experiencia de una potencia común [… pues] comunidad y potencia se identifican sin fisuras†(MSF, p.18). Asà mismo, en lo que respecta al lenguaje, “toda comunicación (como habÃa intuido Benjamin) es sobre todo comunicación no de un común, sino de una comunicabilidad†(p.18). En efecto, “entre seres que fueran ya siempre acto, que fueran ya siempre esta o aquella cosa, esta o aquella identidad y en ellas hubieran agotado enteramente su potencia, no podrÃa haber comunidad alguna, sino sólo coincidencias y divisiones factuales†(p.19). Sin embargo, como vimos en el estado espectacular, el lenguaje ha sido ya expropiado y puesto al servicio del capital, y sólo existe como medio para un fin económico. El problema es que un lenguaje tal no puede satisfacer plenamente la función de la que depende la emergencia comunitaria: a saber, la de ofrecer un camino de comunicabilidad para que los seres humanos, estructuralmente potenciales, elaboren continuamente sus propias posibilidades de vida.
Que el estatuto potencial del individuo sólo pueda desarrollarse en la comunicación implica ya “el carácter necesariamente potencial de toda comunidad†(p.18). Lo común a todos es sólo la potencia. Por otra parte, en el hecho de que la comunicación sea, ante todo, comunicación de una comunicabilidad hallamos una primera diferencia con respecto a aquellas relaciones sociales que, atravesadas por la ley instrumental del mercado, se ven subordinadas a realizar un intercambio mercantil en el que el lenguaje mismo se convierte en una mercancÃa. Puesto que la comunicabilidad participa de una ontologÃa de la potencia y no del acto, la comunicación entre los seres humanos no puede transmitir entonces algo dado, un lenguaje ya constituido y estático. El lenguaje es comunicabilidad precisamente porque sólo puede ser el vehÃculo de una naturaleza humana que es posibilidad. En este sentido, toda mercancÃa o incluso toda plusvalÃa constituirÃan elementos añadidos desde un régimen de sentido que es propio de una concepción del mundo diferente. En este caso, la comunicabilidad no podrÃa servir de vehÃculo o de herramienta a algo que no fuese la elaboración de un estado potencial acorde con la naturaleza del hombre. La industria de los medios audiovisuales y de los servicios, mientras tanto, utiliza el lenguaje y la comunicación con el fin de crear una identidad, una forma de vida que se desgaja y se aÃsla de la naturaleza potencial del ser humano.
Igualmente, el intelecto (es decir, el pensamiento mismo por medio del cual el ser humano anclaba con la potencia) ha acabado por estar inscrito en los circuitos de producción (MSF, p.20) para elaborar un lenguaje y una creatividad a los que les corresponden identidades estáticas, propias de un mundo de mercado. Y las imágenes mismas, que desde siempre han brotado de la dimensión potencial del hombre (como aquello que la imaginación creaba a la hora de soñar nuevas vÃas y fundar nuevas esperanzas) son hoy ofrecidas por la industria del espectáculo de forma continua e indiscriminada, según una lógica que no deja ni tiempo ni lugar a la comprensión Ãntima de cada cual como ser que vive en la potencia.
9. Posibilidades de subversión: Negri y Virno. El éxodo del estado y del capital, y un poder constituyente: la acción como comunicabilidad
Para subvertir esta situación, los diferentes autores que he mencionado ofrecen variadas propuestas. Paolo Virno, Antonio Negri y Michael Hardt, por su parte, hablan de la necesidad de que el intelecto y la comunicación (lo que ellos llaman, tras los pasos de Marx, el intelecto general) encuentren circuitos alternativos a los de las instituciones del estado-nación y los del capital, que parece haber subsumido toda la esfera pública. Leemos a continuación las palabras de Paolo Virno en su ensayo “Virtuosismo y revoluciónâ€:
“La piedra angular de la acción polÃtica (y también el único paso que podrá arrancarla de la parálisis actual) consiste en desarrollar el carácter público del intelecto fuera del trabajo, en oposición a este.â€
“Por una parte, el intelecto general se afirma como una esfera polÃtica autónoma (evitando asà el traspaso de su propio poder al poder absoluto de la administración) únicamente si rompe el lazo que le une a una producción de mercancÃas y trabajo asalariado. Por otra parte, la subversión de las relaciones capitalistas de producción puede manifestarse, de ahora en adelante, solo con la constitución de una esfera pública no-estatal, de una comunidad polÃtica que tenga como propio gozne al intelecto general†[es decir, la capacidad misma de participar en la comunicación y en el lenguaje].
Sin embargo, es obvio que esta huida de los registros del estado y del capital no tendrÃa por qué implicar un cambio en la estructura de la acción misma; nada parece evitar —por lo tanto— que a partir de aquà no se acabe formando una nueva estructura de poder relacional con resultados similares a los anteriores. Para que esto no suceda, debe darse un cambio en la estructura misma de los actos, de la comunicación y de las acciones. La posibilidad de esta transformación dependerá de la comprensión previa, por parte de los agentes sociales, de que el elemento redentor de la vida (es decir, aquello que, en cierta manera, hace que la vida valga la pena) no se halla en forma alguna de beneficio que uno pueda obtener por medio de su participación en las formas de la soberanÃa o en la red del capital, sino que el goce sustantivo se encuentra en la socialización misma. Aquà hallamos la dimensión mesiánica tan presente en estos autores. Al mero acto de entrar en socialización con otras personas le corresponde un gozo particular que nada tiene que ver con el beneficio personal que uno pueda extraer del propio intercambio comunicativo. Consiste, más bien, en un gozo sincrónico e inseparable del acto de socialización (pues se disuelve cuando éste termina) y no es apropiable por ninguno de los miembros que tomen parte en la comunicación en tanto que el gozo de socializarse es común a todos. Nadie es excluido, todos participan de igual forma en él. A partir de aquÃ, se elabora una lógica ética y comunicativa cuyo objetivo es maximizar esta forma de gozo, pues lo valora por encima de cualquier otro beneficio o placer individual. El gozo de la socialización se toma como un fin en sà mismo, y su satisfacción recibe prioridad sobre cualquier otra lógica de beneficio que lo contradiga. Esto, por un lado, supondrÃa renegar de cualquier beneficio personal que fuese diferente al del gozo en común: es decir, no dar pie a una estructura de desigualdad, privatización y plusvalÃa, sobre cuya base se asienta todo poder. Según esta perspectiva, la vida serÃa tanto más gozosa cuanto el ser humano favoreciese la comunicación y la socialización en mayor medida. Lo cual implicarÃa llevar a un segundo plano cualquier pensamiento de la identidad o de la diferencia que, en un momento dado, pudiese ser antepuesto al disfrute de la comunicación como fin en sà misma. A partir de la prioridad del gozo comunicativo, se podrÃa esbozar algo similar a una ética. Pues, para favorecer la socialización, el hombre habrÃa de convertirse en mero filtro de ésta —es decir, sus actos habrÃan de configurarse en torno a la potenciación de la sociabilidad y de la comunicabilidad.
Como dicen Hardt y Negri,
“Las condiciones comunes [la mera pertenencia a un intelecto general y un lenguaje que hoy está siendo explotado por el capital] no han de significar ni similitud ni unidad [entre los individuos], sino que requieren que ninguna diferencia de naturaleza o de especie no dividan a la multitud[…], que las innumerables clases especÃficas de trabajo, de formas de vida, y de localización geográfica, las cuales siempre y necesariamente habrán de permanecer, no prohÃban la comunicación y la colaboración en un proyecto polÃtico común.â€
Por supuesto, el proyecto polÃtico al que aquà se hace referencia no consistirÃa más que en la propia continuación y renovación de esta lógica de gozo común y libre de plusvalÃas, y en su traslado a todas las esferas de la vida social. EstarÃamos hablando de un eterno “éxodoâ€, en palabras de Virno, y un eterno movimiento de “poder constituyenteâ€, en palabras de Negri y de Hardt. La clave residirÃa en hallar una estructura de acción (polÃtica) que no diese lugar a la irrupción de un poder constituido o institucional (tal y como los encontramos en la lógica de la soberanÃa y del capital) en tanto que el beneficio que reportan ambas esferas se valora por debajo del que produce la comunicación sin plusvalÃas. Ésta última se potenciarÃa por medio de la comunicabilidad. De igual manera, la estructura en común estarÃa necesariamente unida a la libertad, pues mientras las personas actuasen según las máximas de la comunicabilidad, ninguna relación de poder podrÃa surgir de sus intercambios. Este contexto de libertad surgirÃa a posteriori, como resultado del procedimiento de la comunicabilidad. Con esto ponemos fin al cÃrculo con el que se inició el ensayo, pues ya hemos dado con una forma de vida, de hacer polÃtica y de actuación en la que aún podemos identificar algunas de las categorÃas que anteriormente atribuimos a la potencia. Efectivamente, por medio de la comunicabilidad se abre un contexto de actuación asimilable, de varias maneras, al de la potencia. Al evitar que se establezca una relación de poder, el acto guiado por la comunicabilidad se encontrarÃa más cercano a ese ideal filosófico consistente en una acción que no disminuirÃa en nada el espectro de la posibilidad, en una acción que no agotarÃa un ápice el contexto de la libertad futura. Efectivamente, la estructura en común estarÃa unida a la máxima creatividad.
10. Posibilidades de subversión (II): Agamben. El gesto como comunicabilidad
Como vemos, la posibilidad de hallar una acción cuya estructura la hiciese coherente con la naturaleza potencial del ser humano se concentrarÃa —según estos autores— el objeto de la filosofÃa polÃtica. Agamben también busca en esta misma lÃnea. Sin embargo, para él la alternativa ofrecida por Virno y Negri es, o bien imposible, o bien insuficiente. El pensador romano no cree que acciones como el éxodo o el poder constituyente sean asimilables al estatuto potencial. Aparte de la desconfianza con la que Agamben analiza el fenómeno del lenguaje (pues ve en su relación con la realidad un esquema de poder similar al que existe entre el soberano y el súbdito, entre la ley y la realidad), el filósofo italiano destaca que en la actualidad nos hallamos en un estadio en la que la expropiación del lenguaje y de la comunicación es total e irreversible. No cabrÃa, pues, la posibilidad de una comunicación cuyo fin fuese exclusivamente la comunicabilidad o la sociabilidad mismas: “el plano de la inmanencia sobre el que se constituye la nueva experiencia polÃtica es la extrema expropiación del lenguaje llevado a cabo por el Estado espectacular […] En el estado contemporáneo es esta misma comunicabilidad, esta misma esencia genérica (es decir, el lenguaje), lo que se constituye en una esfera autónoma en la propia medida en que deviene el factor esencial del ciclo productivo†(MSF, p.97). Puesto que el lenguaje es la mercancÃa con la que se desarrolla el capital, todo uso que hagamos de él ya estará mediatizado.
Es por esto que, sin abandonar la perspectiva según la cual el ser humano es una forma de vida guiada por la comunicabilidad y la potencia, Agamben defenderá que la única alternativa compatible y coherente con lo dicho consistirá en permanecer eternamente en la esfera de la gestualidad. Pues en el gesto hallarÃamos un nivel anterior al lenguaje, en el que, a pesar de todo, aún se expresan las caracterÃsticas esenciales de nuestra humanidad. Concretamente, la gestualidad serÃa el plano por medio del cual el ser humano manifiesta su condición esencialmente lingüÃstica, pero elude caer en ella; la esfera donde se manifiesta nuestro ser como comunicabilidad, pero donde no se comunica nada excepto esa misma cualidad esencial.
Mediante el gesto, el ser humano no lleva a cabo un esfuerzo ulterior por hacer llegar una identidad o por satisfacer algún fin concreto. “El gesto es, en este sentido, comunicación de una comunicabilidad.†La gestualidad ya supondrÃa una forma de convivencia, diferente a la del lenguaje, sÃ, pero donde ya entrarÃa en juego la dimensión ética. Aunque sólo implique una exposición, esta “exposición —según Agamben— es el lugar de la polÃtica.†Como vemos, a diferencia de la acción satisfecha en el éxodo de Virno, o el poder constituyente de Toni Negri y Michael Hardt, el gesto renuncia a cualquier acción o fin propiamente dicho, y elige permanecer en la medianidad: mostrar “el gesto es el ser-en-el lenguaje del hombre como pura medianidad†(p.54).
A partir de este momento, Agamben formulará una ética previa al discurso: “Sed sólo vuestro rostro —dirá—, no sigáis siendo los sujetos de vuestras facultades o propiedades […] en el rostro estoy con todas mis propiedades (el ser moreno, alto, pálido, orgulloso, emotivo…), pero sin que ninguna de ellas me identifique o me pertenezca esencialmente†(p.86). AsÃ, de la misma forma que en Hardt y en Negri, en Agamben también existe una búsqueda y una reivindicación de un lugar común que supere la diferencia. Sin embargo, mientras que aquellos piensan que es posible reconciliar una estructura de igualdad, de libertad y de posibilidad con una acción polÃtica, llevada a cabo en común y revolucionaria, para Agamben sólo podemos encontrar estos atributos en el estatuto esencial del hombre como ser-en-el lenguaje, apertura o comunicabilidad. El problema es que ésta esencia es incompatible con el lenguaje, y sólo se puede mostrar. Agamben se da cuenta de que la comunicación real no puede transmitir la comunicabilidad, de que no puede existir una transferencia desde la potencia del gesto al acto mismo del lenguaje, y que sólo el primero puede abstraerse de participar en cualquier forma de poder. En tanto es asÃ, acepta que la esfera de la gestualidad conforme nuestra forma de vida —el terreno de nuestra ética y de nuestra polÃtica—, pues sólo en ella podemos asegurar la libertad.
18 de Febrero de 2006, Valencia
NOTAS
-Medios sin fin. Notas sobre polÃtica, Pre-textos, Valencia, 2001.
-Michel Foucault, Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber. Siglo XXI, Madrid, 1987.
-Gilles Delezue, Foucault, Paidós, Barcelona, 1987.
-Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Pre-textos, Valencia, 2005. Traducción y notas de Jose Luis Pardo.
-Giorgio Agamben, La comunidad que viene, Pre-textos, Valencia, 1996. “Tiananmenâ€.
-Michael Hardt y Toni Negri, Multitude.